La cuesta de la reina


En las primeras décadas del siglo XX, las minas que rodeaban a la localidad de El Salado se habían convertido en pequeños pueblos o placillas. Sus habitantes celebraban con entusiasmo las festividades patrias y también las fiestas de primavera. Era común la elección de reinas, veladas bufas y corsos. Esa algarabía, en medio del sacrificio del trabajo minero, terminó en una tragedia que se transformó en leyenda.

Existe un sendero minero que sale en dirección sur desde la localidad de El Salado con rumbo al mineral de Manto Verde. Esta huella pasa muy cerca de la Sierra Dieciocho y se interna por una cuesta conocida como la Cuesta de la Reina. Este lugar sorprendente, envuelto en la soledad del Desierto de Atacama, fue el escenario de un drama que la tradición popular convirtió en una leyenda.

Corrían alegres los años treinta en el Distrito Minero de El Salado, los yacimientos se extendían por los rincones de las quebradas. Las minas Laura, California, Monte Cristo, Manto Verde y Los Pozos, entre otras, formaban un pequeño universo. Cada uno de estos minerales no era más que un montón de ranchos y tolderíos con un puñado de habitantes. Sin embargo, la dura existencia de estos trabajadores con sus familias, no les impedía celebrar las fiestas patrias, navidades, años nuevos y carnavales.

En Manto Verde, el número de pobladores era mayor que en otras minas, lo que les permitía celebrar las Fiestas de Primavera con el entusiasmo y la alegría que eran tan comunes en las épocas primaverales de aquellos tiempos.

El acontecimiento que da vida a este relato ocurre en una fiesta primaveral en el mineral de Manto Verde, donde distintos grupos de personas formaron sus comandos, unidos a otros minerales cercanos, compitiendo en la elección de una reina y de un rey feo. Se juntaron los fondos necesarios, se vendieron los votos y su recuento dio como ganadora a una hermosa joven que fue coronada en la velada bufa.

Ganadores y perdedores salieron en caravana a recorrer los minerales cercanos a Manto Verde. Era un corso formado por diferentes tipos de vehículos que transportaban a hombres, mujeres y niños. Muchos de ellos formaban comparsas de disfraces, otros simplemente viajaban en los carros alegóricos, animando con gritos y aplausos a la nueva soberana.

El paso de los años borró la identidad de esta joven. Lo que no borró el tiempo y se sabe con seguridad, es que la reina de Manto Verde fue sacada en un carro adornado con flores y acompañada de otros carros con rumbo a El Salado. Este paseo tenía como propósito mostrar en otros campamentos mineros la hermosura de esta joven de veinte años que presidía esas inolvidables fiestas primaverales.

Sin embargo, la tragedia truncó la alegría de esta gente. El camión que llevaba en su carrocería a la reina y sus damas de honor volcó en una cuesta cercana a El Salado, falleciendo la reina en forma instantánea, aplastada por el pesado vehículo.

La tradición no conservó otros pormenores de esta tragedia. El hecho real es que una joven mujer, en la plenitud de su vida, quedó con sus ojos abiertos mirando hacia el infinito para siempre. Su muerte produjo congoja. El pésame de conocidos y extraños hacia la familia no cambió el destino de esta bella mujer. Seguramente una cruz permaneció recordando su deceso y después silencio, soledad y olvido.

En la cuesta donde se produjo el accidente, con el paso de los años empezaron a ocurrir cosas extrañas, sobre todo en las noches. Cuenta la leyenda que se aparece una hermosa mujer, vestida con un traje de reina llevando en su cabeza una brillante corona. Ella permanece de pie, junto al borde del camino. Hace señas con sus brazos esperando ser recogida. Cuando un solitario chofer se detiene, ella sube a la cabina y se sienta junto al conductor. Conversa con una voz grave y cadenciosa, relatando sus aflicciones con lágrimas en sus ojos y de pronto, misteriosamente desaparece.

En otras ocasiones, es la misma mujer quien espera junto a su equipaje al costado del camino. Ella espera con ansiedad al solitario conductor de algún vehículo, anhelando que se atreva a recogerla a esas horas de la noche.

Los choferes que conducían sus camiones con remesas de minerales a la planta de lixiviación de la CACREMI en El salado, contaban sus experiencias del encuentro con la bella joven. Ya todos conocían esta historia y temían ver la aparición de esa mujer con ropajes de reina junto al camino.

Desde aquella lejana época de los años treinta se conoce ese lugar con el nombre de la Cuesta de la Reina y por supuesto ya nadie se detiene en el camino. Todos pasan apresuradamente, cuando ven a una solitaria y hermosa mujer esperando ser transportada rumbo a la localidad de El Salado.


Fuente:

“Chañaral Legendario y Misterioso”
Obra postuma de Gastón Serazzi Ahumada.