FORMACIÓN DEL PRÓCER

El caudillo del norte, abrió los ojos en hogar adinerado y vivió intensamente una vida de exaltaciones; su juventud es azarosa, pero también útil y bella; más su madurez gloriosa empalidece el brillo de sus días de estudiante, de periodista y de político noble.

Adolecente, llega a Santiago a recibir enseñanza noble en el instituto nacional. El ambiente de superior idealidad formado allí por el clásico Andrés Bello, despertó una vocación latente en el joven Pedro León Gallo, que no ha mucho había probado las primeras desazones de la edad critica, época propicia para la manifestación fogosa de las aptitudes y dones innatos.

Perfiló su espíritu de romántico con rasgos netos y vívidos; exornado de un halo caballeresco hecho de galanura, hidalguía e ilusión: una fuerza inmanifestada plenamente aún lo empujaba a batallar por su dama, su quimera, precoz representación, acaso, de su patria, de la sacra constitución.

Fue periodista. Debió cargar espada que llevara grabada en la hoja el mote tradicional de "Por mi Dios, por mi rey y por mi dama"; pero aportó en subsidio aquello con que se libran los combates del pensamiento: la pluma.

Se inicia en la vida pública en 1853, a los 22 años de edad al reunir los sufragios de sus conciudadanos de Copiapó para el cargo de regidor municipal.

Ese fué su bautismo político pues el destino ya le había puesto su oleo de elegido, de ídolo de las multitudes.

Impulsado por su espíritu cívico a favor de la reforma de la constitución política de la república, funda luego el "club constituyente", primer tramo para una ascensión que culminaría, con la memorable revolución constituyente. Desde ese momento, Pedro León Gallo se convierte en la personificación de un ideal; es la encarnación triunfal de un programa de lucha; es un gonfalón vivo que flamea a todos los vientos. He ahí el apóstol.


Extracto; Atacama de Plata.







Prohibido el centralismo



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