“El pueblo se plegó a él, lo llamó su caudillo y se manifestó dispuesto a sacrificarse a su lado”.
Estimada II asamblea:
En primer término, debo felicitarles y agradecerles por la existencia y funcionamiento de este prestigioso medio de comunicación social que nos permite como comunidad informarnos del acontecer local y exponer nuestro pensamiento.
Hace ya varios días, se conmemoró el aniversario 150 de la Revolución de 1859. Incluso se lanzó por ahí una candidatura senatorial emulando al héroe atacameño y los alcaldes de nuestra región llamaban a imbuirse en el “espíritu constituyente” en la defensa de los intereses locales.
En lo personal considero que es preciso que se haga una distinción histórica – conceptual antes de tomar como ejemplo al movimiento revolucionario del 59. Sólo así podrá hacerse un correcto análisis histórico nacional y regional, entregando los laureles de la gloria a quien corresponde.
Francisco Encina, por ejemplo, se refiere en estos términos: “No sabemos de ningún estadista o historiador que, después de disipada la racha del histerismo colectivo, haya creído en la posibilidad de que el triunfo de la revolución de 1859 hubiese conducido a otro resultado que un período más o menos largo de anarquía y retroceso. La gran mayoría de los actores hicieron la revolución cohibidos por ese temor".
Errázuriz, Santa María, Pinto, Tocornal y otros, juzgaban más tarde su fracaso como "uno de los favores más señalados que la Providencia había dispensado a Chile."
Liberales y conservadores ultramontanos de distintas partes del país, se unieron con el fin de terminar por la fuerza con el gobierno del Presidente Manuel Montt Torres (quien en su impecable carrera política fue incluso Diputado por Vallenar en 1834 con apoyo de la familia Gallo).
pero no encontraron un caudillo militar ni hombres que conformaran y dirigieran sus tropas (fruto del rechazo del General penquista José María de la Cruz), lamentablemente se acordaron tardíamente de los problemas de la Provincia de Atacama y de su valiente e inteligente líder Pedro León Gallo Goyenechea. (Olvido que no es extraño y que ha sido una constante en la historia nacional hasta nuestros días).
Villalobos destaca la dramática caída del precio de la plata y de la exportación de metales. La clase política atacameña clamaba por una mayor autonomía para resolver sus propios problemas y los de sus mineros, gente aguerrida, abnegada y muy valiente.
Todos estos elementos fueron caldo de cultivo para un movimiento de características propias que sólo tenía en común con los conspiradores liberales y ultramontanos santiaguinos y de otras regiones, su rechazo al gobierno de Montt y a la Constitución Política de 1833. (De ahí el nombre de “Revolución Constituyente”).
Pero mientras el rechazo al gobierno de los demás actores era político-doctrinario y hasta con visos de discriminación hacia la figura del “Hombre-Ley” (detestaban a Montt por no ser aristócrata y por su tez morena).
Atacama por su parte se alzaba en armas porque estaba sumida en una crisis económica y social y la Constitución de 1833 quitaba a sus autoridades el poco poder de decisión que tenían, existiendo además el descontento en los atacameños de la época porque sus autoridades eran elegidas del nivel central en un gobierno fuertemente centralizado. (Hay cosas que no cambian ni pasando 150 años).
La revolución de 1859 debía estallar en varios sectores del norte sur y centro del país, pero sólo los valientes mineros atacameños liderados por Gallo se levantaron en armas con éxito, venciendo en Vallenar y Los Loros al Ejército Nacional, llegando a invadir la ciudad de La Serena.
Ni los triunfos, ni la crisis social atacameña sensibilizaron a los líderes revolucionarios capitalinos, quienes a juicio de Encina consideraban al movimiento nortino: “sólo (…) un movimiento auxiliar. (..) El verdadero pensamiento de Santa María fue impedir que Gallo, vencedor, aventara a sus aliados como el huracán a las briznas de paja.”
Debemos concluir entonces, que el movimiento revolucionario de Atacama, liderado por un joven caudillo como Gallo, quien tenía una genuina preocupación por su gente, era discriminado y mirado en menos por el resto de los revolucionarios constituyentes.
Entonces, ¿Es correcto recordar e identificarnos con una “revolución constituyente” que sólo instrumentalizó a Atacama y su gente?
¿No será mejor circunscribir los homenajes refiriéndonos más precisamente a una “Revolución Atacameña”, liderada por un caudillo reconocido por nuestra historiografía?.
En este sentido, autores como Barros Arana, por ejemplo, al referirse a Pedro León Gallo señalan: "Joven, rico, generoso, ilustrado, noble y valiente, Gallo poseía todas las cualidades necesarias para dar un inmenso prestigio a la causa que él abrazaba".
Cabe destacar que este ilustre hombre siguió sirviendo a su amada región después del exilio que sufrió luego de la derrota de Cerro Grande, siendo por largos años Diputado y Senador.
A mi parecer, no basta con figurar en los medios de comunicación para ser dignos merecedores de identificarse con este personaje histórico. Sólo quienes se la han jugado siempre por sacar a nuestra región del olvido en que el país nos ha tenido en muchas ocasiones y buscan con su actuar el progreso de Atacama por sobre cualquier conveniencia personal o partidaria, pueden ser considerados continuadores legítimos del hermoso legado del “Caudillo de Atacama”.
Llamo entonces a conmemorar con más fuerza el aniversario de esta epopeya histórica en nuestra región, pero dejando de lado la denominación “constituyente” para darle un cariz más local a una revolución de rasgos propiamente atacameños.
Pedro León Gallo se merece un homenaje más profundo que alguna calle con su nombre o denominar así al edificio de la Intendencia Regional: merece un lugar en nuestra memoria y en nuestros corazones.
Atentamente, Manuel Alejandro Araya Gómez
Estudiante de Derecho UCN Coquimbo, Atacameño-Vallenarino.
En primer término, debo felicitarles y agradecerles por la existencia y funcionamiento de este prestigioso medio de comunicación social que nos permite como comunidad informarnos del acontecer local y exponer nuestro pensamiento.
Hace ya varios días, se conmemoró el aniversario 150 de la Revolución de 1859. Incluso se lanzó por ahí una candidatura senatorial emulando al héroe atacameño y los alcaldes de nuestra región llamaban a imbuirse en el “espíritu constituyente” en la defensa de los intereses locales.
En lo personal considero que es preciso que se haga una distinción histórica – conceptual antes de tomar como ejemplo al movimiento revolucionario del 59. Sólo así podrá hacerse un correcto análisis histórico nacional y regional, entregando los laureles de la gloria a quien corresponde.
La historiografía nacional tiene en general una opinión crítica del proceso revolucionario de 1859.
Francisco Encina, por ejemplo, se refiere en estos términos: “No sabemos de ningún estadista o historiador que, después de disipada la racha del histerismo colectivo, haya creído en la posibilidad de que el triunfo de la revolución de 1859 hubiese conducido a otro resultado que un período más o menos largo de anarquía y retroceso. La gran mayoría de los actores hicieron la revolución cohibidos por ese temor".
Errázuriz, Santa María, Pinto, Tocornal y otros, juzgaban más tarde su fracaso como "uno de los favores más señalados que la Providencia había dispensado a Chile."
Esta revolución tuvo una motivación previa esencialmente política.
Liberales y conservadores ultramontanos de distintas partes del país, se unieron con el fin de terminar por la fuerza con el gobierno del Presidente Manuel Montt Torres (quien en su impecable carrera política fue incluso Diputado por Vallenar en 1834 con apoyo de la familia Gallo).
pero no encontraron un caudillo militar ni hombres que conformaran y dirigieran sus tropas (fruto del rechazo del General penquista José María de la Cruz), lamentablemente se acordaron tardíamente de los problemas de la Provincia de Atacama y de su valiente e inteligente líder Pedro León Gallo Goyenechea. (Olvido que no es extraño y que ha sido una constante en la historia nacional hasta nuestros días).
La Provincia de Atacama en esa época tenía su propia realidad.
Villalobos destaca la dramática caída del precio de la plata y de la exportación de metales. La clase política atacameña clamaba por una mayor autonomía para resolver sus propios problemas y los de sus mineros, gente aguerrida, abnegada y muy valiente.
Todos estos elementos fueron caldo de cultivo para un movimiento de características propias que sólo tenía en común con los conspiradores liberales y ultramontanos santiaguinos y de otras regiones, su rechazo al gobierno de Montt y a la Constitución Política de 1833. (De ahí el nombre de “Revolución Constituyente”).
Pero mientras el rechazo al gobierno de los demás actores era político-doctrinario y hasta con visos de discriminación hacia la figura del “Hombre-Ley” (detestaban a Montt por no ser aristócrata y por su tez morena).
Atacama por su parte se alzaba en armas porque estaba sumida en una crisis económica y social y la Constitución de 1833 quitaba a sus autoridades el poco poder de decisión que tenían, existiendo además el descontento en los atacameños de la época porque sus autoridades eran elegidas del nivel central en un gobierno fuertemente centralizado. (Hay cosas que no cambian ni pasando 150 años).
La revolución de 1859 debía estallar en varios sectores del norte sur y centro del país, pero sólo los valientes mineros atacameños liderados por Gallo se levantaron en armas con éxito, venciendo en Vallenar y Los Loros al Ejército Nacional, llegando a invadir la ciudad de La Serena.
Ni los triunfos, ni la crisis social atacameña sensibilizaron a los líderes revolucionarios capitalinos, quienes a juicio de Encina consideraban al movimiento nortino: “sólo (…) un movimiento auxiliar. (..) El verdadero pensamiento de Santa María fue impedir que Gallo, vencedor, aventara a sus aliados como el huracán a las briznas de paja.”
Debemos concluir entonces, que el movimiento revolucionario de Atacama, liderado por un joven caudillo como Gallo, quien tenía una genuina preocupación por su gente, era discriminado y mirado en menos por el resto de los revolucionarios constituyentes.
Entonces, ¿Es correcto recordar e identificarnos con una “revolución constituyente” que sólo instrumentalizó a Atacama y su gente?
¿No será mejor circunscribir los homenajes refiriéndonos más precisamente a una “Revolución Atacameña”, liderada por un caudillo reconocido por nuestra historiografía?.
El líder de “nuestra revolución, la revolución de Atacama” es generalmente bien evaluado por los historiadores nacionales.
En este sentido, autores como Barros Arana, por ejemplo, al referirse a Pedro León Gallo señalan: "Joven, rico, generoso, ilustrado, noble y valiente, Gallo poseía todas las cualidades necesarias para dar un inmenso prestigio a la causa que él abrazaba".
Cabe destacar que este ilustre hombre siguió sirviendo a su amada región después del exilio que sufrió luego de la derrota de Cerro Grande, siendo por largos años Diputado y Senador.
Ese afán por servir a Atacama hace a su figura susceptible de ser aprovechada políticamente.
A mi parecer, no basta con figurar en los medios de comunicación para ser dignos merecedores de identificarse con este personaje histórico. Sólo quienes se la han jugado siempre por sacar a nuestra región del olvido en que el país nos ha tenido en muchas ocasiones y buscan con su actuar el progreso de Atacama por sobre cualquier conveniencia personal o partidaria, pueden ser considerados continuadores legítimos del hermoso legado del “Caudillo de Atacama”.
Llamo entonces a conmemorar con más fuerza el aniversario de esta epopeya histórica en nuestra región, pero dejando de lado la denominación “constituyente” para darle un cariz más local a una revolución de rasgos propiamente atacameños.
Pedro León Gallo se merece un homenaje más profundo que alguna calle con su nombre o denominar así al edificio de la Intendencia Regional: merece un lugar en nuestra memoria y en nuestros corazones.
Atentamente, Manuel Alejandro Araya Gómez
Estudiante de Derecho UCN Coquimbo, Atacameño-Vallenarino.
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