EL INTENDENTE JOSÉ SIERRA (ROL DE NUESTRO PUERTO DE CALDERA EN LA REVOLUCIÓN CONSTITUYENTE)



Caldera Fundación
Mil ochocientos cincuenta,
naces Caldera, en primavera
ciudad pionera, por vez primera,
cruzó el desierto ferrocarril sudamericano.

Caldera, puerto estratega,
viste pasar a los batallones,
atacameños, hombres valientes,
héroes con nombre,
dieron a Chile sus corazones.




No es bien conocida en la historia chilena la revolución constituyente de 1859, y nos parece que el papel jugado por el puerto de Caldera, es aún más desconocido.
No ha existido un recuerdo a la figura del Intendente calderino José Sierra, joven artesano y líder en la defensa de Copiapó en agosto de 1859.

Estimamos necesario en vísperas del cientocincuentenario del esta gesta heróica, recordar y resaltar la imagen de este insigne y valiente atacameño.

La Revolución Constituyente se hace más real y humana en la medida que conocemos a los otros actores, no solo hablamos de Pedro León Gallo o Pedro Pablo Zapata, hablamos de personajes que cumplieron roles fundamentales en el fin de esta trama, tal es el caso del Intendente José Sierra.

El importante rol que cumplió el puerto de Caldera en la Revolución del 59, no solo fue el de un apoyo moral al levantamiento, sino que aporto en ideas, diseño, dineros y hombres al conflicto federal y democrático propuesto por la revolución.

La revolución de 1859 hay que internalizarla como una rebelión en armas, pero con un trasfondo ideológico, y por lo mismo no anárquico.

Los constituyentes formaron un ejército, y fijan un territorio, que se extendía desde Caldera hasta Illapel. Atacama, se da su propia institucionalidad.

En la batalla de Los Loros el 14 de marzo, los revolucionarios al mando de Pedro León Gallo y Ramón Arancibia, obtienen un heroico triunfo que les permite tomar la ciudad de La Serena por unas semanas.

En la hermana región de Coquimbo se enlistan al ejército muchos hermanos coquimbanos que toman las armas y sellan su adhesión con el ideario constituyente.

Los constituyentes, en las cercanías de la ciudad colonial fundada por Francisco de Aguirre, específicamente en cerro grande, el 29 de abril de 1859, enfrentan nuevamente a las tropas centralistas que reagrupadas y con mayor poder de fuego merced a la traición de la que fue objeto el caudillo copiapino por parte de liberales Santiaguinos, caen derrotados militarmente.

Pedro León Gallo, líder de la revolución que puso en jaque al gobierno de Manuel Montt, el prócer atacameño que soñó a Chile como una república federal, debe partir al enturbiador exilio.

Se piensa que cruzó los andes por el paso de aguas negras en la hermana cuarta región para establecerse por un tiempo la ciudad en San Juan, provincia del cuyo en Argentina.

No obstante la ausencia del prócer, el orden de la ciudades de Copiapó y Caldera no devienen en anarquía, si bien es cierto la plutocracia copiapina esta algo nerviosa, las noveles instituciones atacameñas siguen funcionado.

Con la derrota sufrida en cerro grande, las autoridades revolucionarias deciden entregar el gobierno de Copiapó al Juez Dolores Passi, con ello se suponía se restablecía en Copiapó un gobierno más cercano a Montt.

Caía Copiapó y luego el puerto de Huasco, el que quedaba en manos del teniente Coronel José Villagrán, quien recupera también Vallenar.

Habiendo consolidado el poder en esta ilustre ciudad, se embarca desde Huasco y se dirige al puerto de Caldera.

Se suponía que en Copiapó la situación estaba controlada a favor de los gobiernistas.

Anselmo Carabantes, gobernador constituyente de Caldera le entrega el mando al emisario enviado por del Juez Dolores Passi que había asumido como interino en Copiapó, con ello se recuperaban en su totalidad las ciudades sublevadas.

Sin embargo la revolución del Chañarcillo aún no llegaba a su fin. La historia aún nos tenía cocinada una nueva gesta Atacameña, quizas el último fulgor del lucero dorado.

El puerto principal de Atacama será el último bastión de la epopeya azul y oro gracias a un grupo de bravos y temibles calderinos.

Don José Sierra, con gran claridad política y determinación subleva al puerto de Caldera, el valiente teniente calderino se calza la capitanía de puerto.

Caldera volvía a manos de los contituyentes, quienes se propusieron reestablecer por la armas el gobierno revolucionario.

Habiendo consolidado el gobierno de Caldera se trasladaron a Copiapó donde coinciden con la famosa división del ejército Constituyente, los irreductibles y aguerridos cazadores de África bravos e indomables en el combate de los Loros y que volvían al valle Copiapino magullados pero fuertes luego de la derrota en cerro grande.

Comandados por José Sierra y sin renunciar al ideario constituyente buscan una salida pacífica y de diálogo con las nuevas autoridades gobiernistas, bastante más moderadas, sin embargo, la frustración acumulada de muchos copiapinos es evidente y comienza una suerte de profundización de las posiciones y rencillas.

El 8 de mayo desembarcan en Caldera las tropas centralistas de José Villagrán que pretendían aparecer a las espaldas del contingente constituyente que se encontraba en Copiapó.

Enterado de esta noticia, José Sierra decide quedarse en Copiapó y desde allí resistir.
El Calderino con sendos discursos, enciende los ánimos descontentos de la moderada plutocracia copiapina, y los convence de que había llegado la hora de asumir nuevamente un gobierno constituyente.

El valiente e inteligente José Sierra con el objeto de organizar la resistencia se hace nombrar Intendente, el último de la revolución del 59.

El 12 de mayo, las tropas de gobierno llegan a Copiapó, y el intendente José Sierra ordena a sus hombres atrincherarse en la plaza de armas.

Cercados y progresivamente estrangulados un puñado de revolucionarios, en su gran mayoría soldados improvisados sacaban fuerzas de flaquezas para resistir una fuerza cuatro veces mayor [1].

Muchos jóvenes atacameños dieron su vida en pos de un ideal justo, la idea de un chile equilibrado, que repetara a todos los pueblos que lo constituyen.

Finalmente los revolucionarios son derrotados, sin municiones y casi sin hombres, extrangulados por el desiquilibrio de fuerzas. José Sierra toma la decisión de dejar de combatir, al no ser detenido se aleja y se pierde en los intersticios de la historia.

Pero, fue él, y un grupo de obreros copiapinos, artesanos y pescadores calderinos, los que sostienen en su último momento el ideal federalista y libertario de la revolución constituyente de 1859, la revolución de plata que pretendió la creación de un Chile más justo, participativo y democrático, pero que fue ahogada por el nefasto, cansador y sobre todo ineficiente centralismo santiaguino.

Prof. Guillermo Cortés Lutz
Doctor en Historia
Grupo de Estudios de Atacama - GEA


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[1] El joven historiador Joaquín Fernández, concibe la historia con un criterio más global y no solo la del brutal centralismo, es decir al hacer historia mira a la región, nos cuenta así el desenlace de la batalla.










Prohibido el centralismo.



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