El Rey Midas era un rey muy bueno, pero tenía un defecto: quería tener para sí todo el oro del mundo.
Un día el rey midas le hizo un favor a un dios y el dios le dijo:
-Lo que me pidas te concederé y el Rey Midas deseó convertir todo lo que tocara en oro.
Frente a este deseo el Dios le dijo:
-¡Qué deseo más tonto, Midas! eso puede traerte problemas, Piénsalo, Midas, piénsalo.
-Eso es lo único que quiero respondió él.
-Así sea, pues - dijo el dios.
Y fueron convirtiéndose en oro una rama que tocó, las puertas de su casa los vestidos que llevaba y él Rey fue muy feliz.
Pero esa alegría no le duró mucho.
Cuando hasta el Paje que salió a saludarlo se convirtió en una estatua de oro, Midas comenzó a preocuparse, más aún cuando quiso comer, ya que todos los alimentos que quería también se transformaron en oro, entonces Midas no aguantó más. Salió corriendo espantado en busca del Dios y cuando lo encontró El Dios le dijo:
-Te lo dije, Midas, te lo dije, ahora no puedo librarte del don que te di. Tú única alternativa es ir al río y meterte al agua y si al salir del río no eres libre, ya no tendrás remedio.
Midas corrió hasta el río y se hundió en sus aguas.
Así estuvo un buen rato. Luego salió con bastante miedo.
Las ramas del árbol que tocó adrede, siguieron verdes y frescas. ¡Midas era libre!
Desde entonces el rey vivió en una choza que él mismo construyó en el bosque. Y ahí murió tranquilo como el campesino más humilde.
Un día el rey midas le hizo un favor a un dios y el dios le dijo:
-Lo que me pidas te concederé y el Rey Midas deseó convertir todo lo que tocara en oro.
Frente a este deseo el Dios le dijo:
-¡Qué deseo más tonto, Midas! eso puede traerte problemas, Piénsalo, Midas, piénsalo.
-Eso es lo único que quiero respondió él.
-Así sea, pues - dijo el dios.
Y fueron convirtiéndose en oro una rama que tocó, las puertas de su casa los vestidos que llevaba y él Rey fue muy feliz.
Pero esa alegría no le duró mucho.
Cuando hasta el Paje que salió a saludarlo se convirtió en una estatua de oro, Midas comenzó a preocuparse, más aún cuando quiso comer, ya que todos los alimentos que quería también se transformaron en oro, entonces Midas no aguantó más. Salió corriendo espantado en busca del Dios y cuando lo encontró El Dios le dijo:
-Te lo dije, Midas, te lo dije, ahora no puedo librarte del don que te di. Tú única alternativa es ir al río y meterte al agua y si al salir del río no eres libre, ya no tendrás remedio.
Midas corrió hasta el río y se hundió en sus aguas.
Así estuvo un buen rato. Luego salió con bastante miedo.
Las ramas del árbol que tocó adrede, siguieron verdes y frescas. ¡Midas era libre!
Desde entonces el rey vivió en una choza que él mismo construyó en el bosque. Y ahí murió tranquilo como el campesino más humilde.
Moraleja :
Tus comentarios, Cartas y opiniones a: